La transformación social de Bogotá, en lo que va de este siglo, se manifiesta en un crecimiento demográfico muy significativo, no solo en su perímetro urbano, sino en su área de influencia, con crecimientos poblacionales muy significativos en los municipios vecinos que, debido a los altos costos de la propiedad raíz en la ciudad, se convierten en ciudad dormitorio, sin embargo las vías que conectan estos municipios con la capital han quedado obsoletas.
En este contexto, Bogotá y los municipios de su entorno inmediato enfrentan hoy uno de los mayores retos de su historia reciente: adecuar una infraestructura vial que quedó rezagada frente a la magnitud del crecimiento regional. La presión sobre los corredores que comunican a la capital con municipios como Chía, Cota, Funza, Mosquera o Tenjo ha alcanzado niveles críticos, generando tiempos de desplazamiento cada vez más largos, altos costos logísticos y una creciente pérdida de competitividad. Aunque la región metropolitana avanza en materia de integración administrativa y planificación conjunta, la realidad sobre el terreno evidencia que las vías existentes ya no son capaces de soportar la demanda diaria de movilidad, situación que exige decisiones de fondo y proyectos estratégicos de ampliación, modernización y sostenibilidad.
3 Proyectos de Infraestructura Vial Que Mejorarán los Accesos y Salidas de Bogotá
Es en este escenario donde tres obras viales cobran un papel determinante para mejorar los accesos y salidas de Bogotá, fortaleciendo su articulación con la Sabana y garantizando una movilidad más eficiente para millones de ciudadanos. Por un lado, la ampliación de la Autopista Norte, que espera una decisión definitiva tras casi una década de trámites, representa la posibilidad de resolver uno de los embudos históricos más críticos de la ciudad. En paralelo, la ampliación de la Calle 80, respaldada por un convenio con el Banco Mundial, busca estructurar un corredor moderno capaz de atender la creciente dinámica poblacional y económica del occidente de la región. Finalmente, la nueva Avenida La Esperanza entre Funza y Bogotá emerge como una solución largamente aplazada para descongestionar los accesos occidentales y ofrecer un trazado de nueva generación con enfoque sostenible y multimodal.
Estas tres iniciativas, cada una con alcances, retos y niveles de avance distintos, conforman un paquete estratégico que redefine la movilidad regional. Todas comparten un mismo propósito: responder de manera estructural al desbordado crecimiento de la Sabana, mejorar la calidad de vida de sus habitantes y sentar las bases de un modelo de conectividad acorde con las necesidades de una metrópoli que continúa expandiéndose. A continuación, este artículo desarrolla en detalle el estado actual de cada proyecto, sus implicaciones territoriales, técnicas y ambientales, y los desafíos que deberán superarse para que estas obras se conviertan en realidad.
Ampliación Autopista Norte
Antes de que finalice este año, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) deberá tomar una decisión definitiva sobre la viabilidad del proyecto de ampliación de la Autopista Norte de Bogotá, una obra que lleva casi una década sin avanzar pese a su relevancia estratégica para la movilidad de la capital. El análisis es especialmente delicado porque el corredor vial colinda con tres santuarios ambientales, lo que ha generado amplios debates técnicos, jurídicos y ambientales.
La Autopista Norte, un eje vial de aproximadamente 18 kilómetros dentro del perímetro urbano, es considerada una de las vías principales más transitadas de Bogotá, un flujo que se mantiene constante durante todo el día. Esta autopista fue inaugurada en los años 50 como un ambicioso proyecto de modernización vial que buscaba mejorar la conexión entre la capital y el norte del país. Sin embargo, el crecimiento acelerado de Bogotá dejó rezagada su capacidad, y la ampliación quedó convertida en una deuda histórica. Desde entonces, el proyecto ha permanecido archivado por cerca de 10 años, agravando la congestión en una ciudad que supera los 10 millones de habitantes en su área metropolitana.
Actualmente, el principal cuello de botella es el embudo de tres carriles por sentido, considerado el corazón del problema. La propuesta de ampliación plantea una intervención integral: la vía pasaría a contar con seis carriles entre las calles 191 y 245, se incorporaría un carril doble exclusivo para los buses de TransMilenio, se construirían seis nuevas estaciones, se habilitarían ciclorrutas, zonas para tráfico mixto y se adecuarían andenes en sectores donde hoy solo existe terreno degradado o inexistente.
No obstante, el proyecto enfrenta un fuerte debate debido a su cercanía con tres estructuras ambientales claves: el Humedal Guaimaral, el tubo Tibitoc —que abastece de agua a Bogotá— y el Humedal Torca, una zona reconocida por su riqueza en biodiversidad. La ANLA había rechazado previamente los primeros estudios de impacto ambiental, entre otras razones, por las inundaciones registradas en la zona, como las de noviembre de 2024.
En los nuevos estudios de impacto ambiental, la Empresa de Acueducto de Bogotá presentó observaciones respecto al traslado de redes, mientras que el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) confirmó recientemente, mediante un documento oficial, que no tiene objeciones frente a los diseños actuales. Según los responsables del proyecto, esta articulación institucional ofrece garantías a la ANLA de que el segundo estudio ambiental está adecuadamente armonizado con todos los actores involucrados.
Si la autoridad ambiental otorga su aprobación, las obras iniciarían en enero de 2026, con una inversión estimada de 1,8 billones de pesos. El cronograma proyectado estipula que la ejecución podría tardar 5 años, dado que el compromiso es mantener operativos tres carriles por sentido durante toda la construcción. Esto implica que solo podrá intervenirse un carril a la vez, lo que prolonga los tiempos pero garantiza la movilidad en la zona.
La ANLA deberá pronunciarse en los próximos días, y su decisión será determinante para definir el futuro de una obra que promete aliviar uno de los corredores más congestionados de Bogotá, pero que debe ejecutarse bajo estrictos parámetros de sostenibilidad y respeto por los ecosistemas que la rodean.
Ampliación de la Calle 80
El pasado viernes 31 de octubre se firmó un convenio entre la Región Metropolitana Bogotá-Cundinamarca, a través de la Agencia Regional de Movilidad, y el Banco Mundial, con el propósito de adelantar los estudios y diseños que permitirán la ampliación de la Calle 80, uno de los corredores viales más importantes de la capital.
El acuerdo contempla una inversión cercana a los 3,2 millones de dólares destinados a los estudios de prefactibilidad del proyecto, que busca mejorar significativamente las condiciones de conectividad para miles de ciudadanos que a diario transitan entre Bogotá y municipios como Cota, Tenjo, Funza y Mosquera. La iniciativa se enmarca dentro de la visión de integración territorial impulsada por la Región Metropolitana, que tiene como eje principal la planificación conjunta del transporte, la infraestructura y el desarrollo sostenible.
El proyecto tiene como objetivo avanzar hacia una solución integral de movilidad que permita optimizar los tiempos de desplazamiento y descongestionar uno de los accesos más transitados de la ciudad. El convenio establece un plazo de 26 meses para la realización de los estudios técnicos, legales, financieros, prediales y socioambientales necesarios para estructurar el proyecto bajo el modelo de Asociación Público-Privada (APP). Este esquema permitirá definir la alternativa más eficiente de financiación y ejecución para la adecuación integral del corredor, garantizando una intervención sostenible y de largo plazo.
El proceso contará con el acompañamiento del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), la Secretaría Distrital de Movilidad, TransMilenio S.A. y la Secretaría de Movilidad Contemporánea de Cundinamarca, entidades que aportarán su experiencia técnica y administrativa para la correcta estructuración del proyecto.
En cuanto a su alcance, la propuesta contempla la ampliación a tres carriles del tramo occidental de la Calle 80, comprendido entre el puente sobre el río Bogotá y la intersección de Siberia, así como la adecuación de la infraestructura para el sistema TransMilenio y la reubicación del patio-taller del Portal 80. Estas intervenciones no solo buscan aumentar la capacidad vial del corredor, sino también mejorar su integración con el sistema de transporte público, fortaleciendo así la movilidad sostenible en la región.
Uno de los aspectos más relevantes del convenio es la aplicación de las políticas ambientales y sociales de la Corporación Financiera Internacional (IFC), que garantizarán que todos los estudios y diseños se realicen bajo estándares internacionales de sostenibilidad. Esto incluye la evaluación de impactos ambientales, la gestión responsable del suelo y la implementación de medidas que minimicen la huella ecológica del proyecto.
Ampliación Avenida La Esperanza
El más reciente análisis de movilidad entre Funza y Bogotá evidenció un panorama crítico en materia de movilidad en donde la elevada presión sobre los corredores existentes ha aumentado la urgencia de nuevas soluciones de infraestructura que respondan al crecimiento regional.
Frente a esta situación, y en un hecho considerado histórico para la integración de la Sabana Occidente con la capital, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) y la Alcaldía de Funza suscribieron un convenio interadministrativo que permitirá avanzar en la estructuración del nuevo corredor de movilidad por la Avenida La Esperanza, una obra estratégica destinada a transformar la conexión entre Bogotá y el occidente de la región metropolitana.
Durante más de 50 años, las principales vías de acceso del occidente capitalino —la Calle 13 y la Calle 80— no han sido objeto de ampliaciones estructurales capaces de responder al crecimiento poblacional, industrial y logístico del territorio. Este rezago llevó a que ambas administraciones decidieran emprender acciones conjuntas orientadas a facilitar la movilidad de millones de ciudadanos que diariamente transitan entre ambos municipios.
El corredor proyectado contempla un perfil vial de 34 metros de ancho, compuesto por dos calzadas con dos carriles por sentido, senderos peatonales, una ciclorruta de 3 metros, separador central arborizado y tres intersecciones a desnivel ubicadas sobre el Río Bogotá, el Humedal Gualí y la conexión con la vía Devisab. Asimismo, incorpora una amplia integración con el sistema de transporte público y condiciones favorables para la movilidad activa, aspectos claves para fortalecer la accesibilidad entre la capital y la Sabana Occidente.
El convenio, firmado el 6 de noviembre de 2025, permitirá sumar capacidades técnicas, administrativas, jurídicas y financieras entre el Distrito Capital y Funza para avanzar en las fases de prefactibilidad, factibilidad y estudios y diseños del corredor, cuya longitud superará los 7,8 kilómetros. De esta manera, ambas entidades consolidan un trabajo conjunto que trasciende periodos de gobierno y se alinea con los instrumentos de planeación territorial.
Durante las mesas técnicas interinstitucionales de 2025, el proyecto fue ratificado como prioridad dentro del Plan de Desarrollo “Funza Evoluciona 2024–2027”, y quedó plenamente articulado con los lineamientos del Distrito Capital, reflejando una visión coordinada para atender la movilidad regional en el corto y mediano plazo.
La obra tendrá un impacto directo en la calidad de vida de los habitantes de Funza, quienes contarán con una salida más eficiente hacia Bogotá, una mejor conexión con zonas industriales, logísticas y residenciales, y un corredor moderno diseñado para responder a las demandas de uno de los ejes de crecimiento más dinámicos de la región.