En una decisión que marca un antes y un después en la política exterior colombiana, el gobierno nacional confirmó en los últimos días la firma de Colombia para adherirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, más conocida como la Nueva Ruta de la Seda, un ambicioso proyecto de integración global que es liderado por China desde el año 2013.
Este plan, que ya cuenta con la participación de más de 150 países, busca potenciar la conectividad económica y comercial a través de megaproyectos de infraestructura, inversión y cooperación tecnológica en tres continentes.
Aunque el Gobierno Nacional defiende esta adhesión como una oportunidad histórica para transformar regiones olvidadas del país y abrir nuevas rutas de intercambio comercial con la segunda potencia económica del mundo, no han faltado las advertencias de analistas, gremios empresariales y aliados estratégicos tradicionales, que temen por los riesgos económicos y geopolíticos que podría implicar este acercamiento al gigante asiático.
¿Qué es la Ruta de la Seda y cómo funciona?

La Ruta de la Seda es “una estrategia global de desarrollo impulsada por el Gobierno de China desde 2013, que busca mejorar la conectividad y la cooperación entre Asia, Europa, África y América Latina mediante proyectos de infraestructura, comercio, inversión e innovación tecnológica”.
Originalmente, hace más de 2.000 años, las rutas de la seda fueron caminos comerciales que salían de la antigua Chang’an, actual Xi’an, en China, atravesaban India, Asia Menor, Mesopotamia y Egipto, llegaban a Grecia, Roma y hasta las islas británicas, articulando civilizaciones a través del intercambio de mercancías, ideas y tecnologías. Hoy, esa filosofía revive, pero ahora con una red de corredores terrestres y marítimos, autopistas, trenes de alta velocidad, puertos, zonas francas, redes digitales y acuerdos comerciales que apuntan a consolidar a China como el eje logístico y económico del mundo.
En América Latina, 23 países ya han suscrito acuerdos para sumarse a esta estrategia, entre ellos Argentina, Perú, Ecuador, Venezuela, Chile y Uruguay. Con la firma de este plan de cooperación, Colombia se convierte en el miembro número 23 en la región y busca potenciar su comercio exterior, desarrollar infraestructura en regiones estratégicas y atraer inversión extranjera directa bajo condiciones preferenciales. Hasta ahora, solo Brasil, México y Paraguay no se han adherido formalmente a este programa.
El acuerdo entre Colombia y China: ¿qué se firmó y qué se espera?
El presidente Gustavo Petro viajó a Pekín, donde se reunió con su homólogo Xi Jinping en el Gran Salón del Pueblo, ubicado en la histórica Plaza de Tiananmén, para formalizar la adhesión de Colombia a este plan. Sin embargo el acuerdo entre El plan Colombia y China según explicó la Cancillería, se trata de un plan de cooperación no vinculante, es decir, no se firmó un tratado internacional ni un documento con obligaciones legales automáticas. Cada proyecto o inversión que se proponga se evaluará de manera individual por ambas partes. El acuerdo contempla cinco ejes de cooperación: transición energética, agroindustria y seguridad alimentaria, reindustrialización del sector salud, desarrollo de inteligencia artificial e infraestructura tecnológica, y proyectos de movilidad.
Además, se estableció la posibilidad de acceder a líneas de financiamiento en condiciones concesionadas y cooperación no reembolsable. De hecho, ya se mencionó la existencia de una línea de crédito inicial de USD 5.200 millones para financiar proyectos conjuntos, especialmente en el Pacífico colombiano, una de las regiones más golpeadas por el narcotráfico, la pobreza y la exclusión histórica.

Según se dio a entender por medio del gobierno nacional, China podría así convertirse en un socio estratégico para sustituir economías ilegales en el litoral pacífico colombiano por actividades productivas lícitas como la pesca, el cultivo de camarón, atún, coco, cacao y madera reforestada.
Asimismo, se advirtió que Colombia ha tenido históricamente un enorme déficit comercial con China, cercano a los 14.000 millones de dólares anuales, y que este acuerdo permitiría equilibrar esa balanza a través de mayores exportaciones y mayor presencia de productos nacionales como café, aguacate, banano, limón y derivados del cacao en el mercado asiático. Incluso se espera que este acuerdo facilite el ingreso de productos agrícolas colombianos con menos barreras arancelarias, al tiempo que promueve inversiones en infraestructura férrea, energías renovables y plataformas digitales.
Las oportunidades y riesgos de la adhesión
Desde el Gobierno Nacional y sectores empresariales afines se destaca que esta alianza puede significar una oportunidad para cerrar las brechas de infraestructura del país, modernizar sus sistemas logísticos, reactivar ferrocarriles, construir nuevos puertos y fortalecer la conectividad marítima con Asia. Además, se abrirían posibilidades en el campo de la transferencia tecnológica, el desarrollo de ciudades inteligentes, movilidad sostenible y la capacitación de talento humano en áreas como inteligencia artificial y biotecnología.
Sin embargo, expertos y sectores gremiales como la Andi, Fenalco y la Cámara Colombo Americana (AmCham Colombia) han mostrado preocupación por los riesgos estratégicos que podría implicar un acercamiento tan directo con China, especialmente en el actual contexto de tensiones comerciales y políticas entre Estados Unidos y el país asiático. Aunque se ha insistido en que la firma de este plan no busca deteriorar las relaciones históricas con Estados Unidos —país que sigue siendo el principal socio comercial de Colombia—, analistas advierten que Washington podría interpretar esta decisión como un gesto hostil o una provocación innecesaria.
Por tal motivo, analistas internacionales, alertaron que varios países adheridos a la Ruta de la Seda han terminado sobreendeudados, con megaproyectos inconclusos o con compromisos políticos incómodos.

De igual forma, otros expertos han señalado que Colombia debe establecer reglas claras para evitar que las inversiones chinas desplacen a la industria local o limiten su capacidad de negociación frente a otras potencias. También se cuestiona que no se haya socializado a fondo el contenido del acuerdo con los gremios productivos ni con los sectores de oposición antes de su firma.
Las oportunidades y riesgos de la adhesión
Lo cierto es que, más allá de las críticas, la firma de este acuerdo marca un giro importante en la política exterior colombiana, tradicionalmente alineada con Occidente, y la posiciona como uno de los principales aliados de China en América Latina. El gobierno defiende que esta decisión responde a una visión pragmática y soberana de diversificar las relaciones internacionales y aprovechar oportunidades globales para impulsar el desarrollo nacional.
Por ahora, queda pendiente la publicación de los detalles técnicos y los proyectos concretos que se desarrollarán bajo este plan de cooperación. Lo que sí está claro es que Colombia ingresa a una de las estrategias geopolíticas más ambiciosas del siglo XXI y que su relación con China, para bien o para mal, será más estrecha en los Próximos años.