Bogotá se transforma, y con ella, los grandes proyectos de infraestructura que buscan modernizar la movilidad de casi 8 millones de habitantes. Uno de los más emblemáticos, y al mismo tiempo más esperados por la ciudadanía, es la Primera Línea del Metro de Bogotá, una obra que por más de tres décadas fue considerada un sueño y que desde 2020 comenzó finalmente a convertirse en realidad. Sin embargo, más allá del avance de los trenes, túneles o estaciones, el verdadero reto de integración del metro se encuentra en otro frente: las obras complementarias que deben conectarlo eficientemente con el resto del sistema de transporte de la ciudad.

Así lo evidencia el más reciente boletín de Bogotá Cómo Vamos, en el que se analiza el estado actual de la infraestructura de movilidad asociada al megaproyecto. Según el informe, el éxito del metro no depende únicamente de su ejecución física, sino de la capacidad de interconexión con la red vial existente, especialmente con aquellas zonas periféricas de la ciudad que históricamente han tenido menos acceso a servicios básicos como salud, educación o empleo.
En ese sentido, las troncales de la avenida 68, la avenida Ciudad de Cali y la carrera Séptima aparecen como los ejes estructurantes de dicha integración. No obstante, sus avances presentan importantes rezagos y desafíos que podrían comprometer el funcionamiento óptimo del nuevo sistema.

La avenida 68, una de las más importantes del occidente de Bogotá, está siendo transformada para convertirse en una troncal de TransMilenio que sirva como alimentadora del metro. Las obras comenzaron en 2021 con una proyección inicial de entrega para 2024, pero esa meta fue replanteada y ahora la fecha de finalización se ha desplazado hasta 2027, acumulando un retraso promedio de 18 meses.
La intervención de esta vía se ha dividido en ocho grupos constructivos, todos con más del 50 % de ejecución al corte del 30 de junio de 2025. Sin embargo, ninguno ha logrado mantenerse dentro de su cronograma original. El Grupo 5 es el más avanzado, con un 96,5 % de ejecución, pero su entrega prevista para junio de 2025 llega con un retraso de 16 meses. El Grupo 4, por su parte, tiene un 74,29 % de avance y se espera que finalice en diciembre de 2025, 10 meses después de lo programado.
Los Grupos 2 y 9 son los que presentan mayores retrasos, ambos con una demora de 20 meses, mientras que los Grupos 1, 7 y 8 acumulan 18 meses de desfase, con entregas previstas para agosto de 2027. El caso del Grupo 3 resulta particular, ya que, aunque su ejecución solo alcanza el 60,96 %, es el que registra el menor retraso del conjunto: apenas 2 meses, con una entrega estimada para abril de 2026. Esta diversidad de ritmos de trabajo evidencia los desafíos logísticos y de gestión que enfrenta este importante corredor vial.v


En el suroccidente de la ciudad, la avenida Ciudad de Cali también vive una transformación de fondo. Esta troncal, cuya intervención comenzó en 2021 con una meta inicial de finalización para 2023, ahora proyecta una entrega completa hacia 2026, luego de enfrentarse a diversos obstáculos técnicos y contractuales.
Al igual que la avenida 68, la Ciudad de Cali fue dividida en frentes de obra. El Grupo 1, con un 99,99 % de ejecución, tenía como fecha original de entrega mayo de 2022, pero ahora se estima que finalizará en mayo de 2025, con un retraso acumulado de 28 meses. El Grupo 3, con un avance del 96,01 %, también muestra un desfase considerable: 29 meses, con entrega prevista para septiembre de 2025.

La situación más crítica es la del Grupo 2, cuyo contrato figura actualmente como caducado. Este tramo presenta un avance del 62,30 % y una entrega estimada para diciembre de 2026, lo que representa una demora alarmante de 48 meses respecto a la fecha original de finalización en diciembre de 2022. Por último, el Grupo 4 reporta un 73,21 % de ejecución, con un retraso de 26 meses y una fecha proyectada para diciembre de 2025.
En conjunto, las obras de la troncal avenida Ciudad de Cali muestran una demora acumulada de hasta 38 meses, reflejando no solo complicaciones operativas, sino también una falta de coordinación interinstitucional y problemas contractuales que deben ser atendidos con urgencia.

La situación en la carrera Séptima es más compleja y refleja las tensiones entre la planeación urbana y la viabilidad operativa de las obras. Este corredor, planeado como una vía sostenible y ambientalmente amigable, conocida como el Corredor Verde de la Séptima, debía integrar buses eléctricos y espacio público de calidad en el eje oriental de la ciudad. No obstante, a día de hoy, el proyecto tiene un avance físico del 0 %.
Aunque el proceso licitatorio para sus tres tramos se abrió en 2023, la llegada de la nueva administración distrital encabezada por el alcalde Carlos Fernando Galán cambió el panorama. En 2024, se decidió revocar las licitaciones de los dos primeros tramos, bajo el argumento de que su ejecución simultánea con las obras del metro y de las otras troncales podría generar un colapso en la movilidad capitalina.
Esta medida ha generado preocupación sobre la viabilidad futura del corredor y ha dejado en vilo a miles de ciudadanos que transitan diariamente por la Séptima, una de las vías con mayor densidad vehicular y flujo de pasajeros en Bogotá.
Lo que queda claro a partir del informe de Bogotá Cómo Vamos es que los avances del metro, aunque significativos, deben ir acompañados de una red de infraestructura complementaria eficaz y oportuna. Las troncales de la avenida 68, la Ciudad de Cali y la carrera Séptima no son obras accesorias, sino componentes esenciales de un sistema de transporte integrado, capaz de brindar verdaderas soluciones a los problemas históricos de movilidad de la capital.

Lo que queda claro a partir del informe de Bogotá Cómo Vamos es que los avances del metro, aunque significativos, deben ir acompañados de una red de infraestructura complementaria eficaz y oportuna. Las troncales de la avenida 68, la Ciudad de Cali y la carrera Séptima no son obras accesorias, sino componentes esenciales de un sistema de transporte integrado, capaz de brindar verdaderas soluciones a los problemas históricos de movilidad de la capital.
Los retrasos acumulados, los contratos caducados y las licitaciones revocadas representan una amenaza real para la operación futura del metro. Si estas obras no se sincronizan de forma adecuada, el resultado podría ser un sistema fragmentado, ineficiente y poco atractivo para los usuarios.
Bogotá se encuentra en un momento clave para transformar su movilidad urbana. El reto no solo es técnico, sino también político y administrativo. Las decisiones que se tomen en los próximos meses definirán si el metro será verdaderamente el eje articulador de una nueva Bogotá o si quedará atrapado entre las promesas incumplidas y los proyectos inconclusos.