Hace unos
cuantos años, la Clínica del Country de Bogotá, uno de los complejos
hospitalarios privados más reconocidos de la capital colombiana, anunció un
ambicioso proyecto de ampliación que buscaba responder a las crecientes
demandas de atención médica especializada y de alta complejidad en la ciudad.
La iniciativa, que pretendía consolidarse como una de las más importantes en
infraestructura hospitalaria privada de la región, contemplaba la construcción
de una nueva torre médica de aproximadamente 26.000 metros cuadrados, ubicada
entre las carreras 17 y 18 con calle 82, justo al lado del complejo actual. Sin
embargo, a pesar de la expectativa generada en su momento, en la actualidad la
obra permanece sin mayores avances, limitándose hasta ahora a la demolición de
algunos predios adyacentes, sin que se haya informado oficialmente sobre las
razones de esta aparente pausa prolongada.
De acuerdo con
los planes divulgados por la entidad en aquel entonces, este megaproyecto
contemplaba una inversión estimada de 60 millones de dólares, una cifra sujeta
a variaciones por efecto de la volatilidad cambiaria que ha caracterizado al
país en los últimos años. El plan de expansión permitiría incrementar la
capacidad de atención con 160 camas adicionales, 12 nuevos quirófanos y una
central de urgencias de mayores dimensiones, acompañadas de áreas de alta
complejidad en especialidades como trasplante renal, médula ósea, medicina
cardiovascular, oncología, cirugía de columna, neurociencias y cirugía
metabólica. A su vez, la planta de personal se ampliaría en cerca de un 30 %,
incorporando a más de 1.000 nuevos colaboradores entre profesionales de la
salud, personal administrativo y de apoyo.

Por su parte, Santiago López Barrera, gerente general (E) y director médico de la Clínica del Country y de la Clínica La Colina en ese momento, fue quien dio a conocer estos detalles en una entrevista concedida al diario El Tiempo, en la que subrayó la importancia de esta expansión para atender no solo los servicios tradicionales en los que la clínica ha sido referente, como la atención materno infantil, cirugía general y medicina interna, sino también para consolidar su participación en áreas médicas altamente especializadas, con la meta de posicionarse como un centro de referencia nacional y regional.
Durante esa conversación, López Barrera también recordó momentos críticos en la historia de la institución, la cual acumula más de seis décadas de operaciones en Bogotá. Entre los hechos más destacados se encuentra la atención de víctimas durante los atentados en el Club El Nogal, el Centro Comercial Andino, el Centro 93 y otros episodios violentos que marcaron la historia reciente de la capital. Particularmente, la emergencia del Club El Nogal, ocurrida en 2003, representó uno de los desafíos asistenciales más significativos, al recibir más de 80 pacientes en estado crítico en pocas horas, sin distinción de aseguramiento.
De igual manera, la pandemia de covid-19 significó otro episodio de alta exigencia para la clínica, no solo por el aumento en la demanda de servicios críticos, sino por la afectación al personal médico, obligando a reconfigurar las funciones y reasignar profesionales de áreas como anestesiología y pediatría hacia zonas de atención respiratoria. La experiencia, según López Barrera, dejó enseñanzas valiosas en cuanto a protocolos de respuesta inmediata y administración de contingencias en una zona de la ciudad que, por su ubicación estratégica, enfrenta con frecuencia emergencias relacionadas con hechos de violencia, accidentes de tránsito y catástrofes.
Así Sería el Megaproyecto de la Clínica del Country en Bogotá
Para responder a esta realidad, la Clínica del Country ha dispuesto un comité de emergencias capaz de coordinar, en tiempo real, los bloqueos viales necesarios para facilitar el acceso de ambulancias y personal asistencial, así como activar zonas de expansión que permiten aumentar la capacidad de urgencias en momentos de alta demanda.
En cuanto al componente laboral, el proyecto preveía elevar el número total de colaboradores de los actuales 3.000, incluyendo personal adscrito a la Clínica La Colina y médicos independientes, a cerca de 4.000 una vez la nueva torre entre en operación, prevista en su momento para 2028.
El nuevo complejo clínico con su ampliación espera la creación de 12 nuevos quirófanos centralizados, 120 camas hospitalarias y 32 camas para cuidados intensivos, igualmente tendrá más de 32.000 metros cuadrados de área construida, áreas de bienestar para todo el personal y 280 parqueaderos aproximadamente. La clínica contará con unidad de medicina nuclear, tendrá un hub único de urgencias, incorporará un centro de oncología y tendrá una unidad de imágenes diagnosticas con TAC y RM.
No obstante, años después del anuncio oficial, y pese a que en 2022 se informó que los recursos ya estaban asegurados y la compra de predios en marcha, el panorama actual muestra escasos avances materiales. Hasta la fecha, solo se ha registrado la demolición de algunas construcciones en los predios colindantes al actual complejo hospitalario, sin que se hayan conocido pronunciamientos oficiales recientes sobre las razones de la demora o el estado actual del proyecto.
La falta de información actualizada genera incertidumbre entre la comunidad médica y los habitantes de la zona, que inicialmente recibieron con optimismo el anuncio, dado que se trataba de una obra que no solo ampliaría la capacidad médica especializada en la capital, sino que representaría una intervención urbanística significativa en un sector de alto tráfico y movilidad restringida. La ampliación, de concretarse, obligará a replantear aspectos de accesibilidad y movilidad en un área congestionada, reto que, según lo planteado por sus directivos en su momento, se abordaría mediante un plan de renovación urbana y estrategias coordinadas con autoridades distritales.
Por ahora, Bogotá sigue a la espera de la materialización de este megaproyecto hospitalario, cuya ambición y trascendencia para la infraestructura médica de la capital resultan indiscutibles, pero que, hasta este punto, permanece detenido en su fase preliminar. La ausencia de información sobre su estado actual y los motivos del retraso mantiene abierta la incógnita sobre cuándo, o si, se retomará su ejecución efectiva.